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sábado, 19 de marzo de 2011

para combatir la droga es imprescindible el esfuerzo coordinado reclama El Deber que le dedica editorial y subeditorial al mismo tema insoslayable


El narcotráfico, en los tiempos actuales, golpea a todos los países del mundo. Sus redes de alcance internacional operan en todo el continente americano, Europa y Asia. Esta circunstancia determina que los buenos resultados de la lucha contra el mal, en gran medida,  dependan de la coordinación de esfuerzos, tanto en intercambio de información como de acciones operativas, entre los  servicios o agencias nacionales a cargo de la lucha antinarcóticos.
La campaña contra el narcotráfico constituye hoy un importante componente de la relación bilateral y multilateral. Desde ciertos organismos internacionales se hace un seguimiento minucioso al tráfago de drogas  y no faltan países que, como  Estados Unidos, evalúan sus éxitos o fracasos nacionales en la materia, con las respectivas ‘certificaciones’ anuales.
Es obvio que la insularidad o aislamientos en lucha tan compleja conduce a fiascos más o menos recurrentes. Las policías nacionales no se las pueden contra mafias de tráfago internacional, a cuyos miembros no pueden ubicar y detener sin información fidedigna y oportuna de las rutas que siguen, así como de los lugares de origen y destino de la droga que contrabandean. 
Bolivia, en los últimos dos años, experimenta en carne propia las consecuencias de su aislamiento de la lucha internacional contra las drogas. El Gobierno actual expulsó a la DEA, cuyo aporte era crucial para combatir el mal y, sobrecargado de infundado optimismo, consideró que por cuenta propia podía reducirlo a su mínima expresión. Fue al revés: no tuvo que pasar mucho tiempo para que la producción nacional de cocaína alcanzara cifras sin precedentes y operadores de las mafias colombianas, algunas de las cuales son intermediarias de los cárteles mexicanos, establecieran en el país crecientes vínculos con los clanes familiares o pequeñas bandas de fabricantes de sulfato de cocaína que operan en casi todos los departamentos de la patria.  Muchos de esos foráneos, incluso, montaron sus propias fábricas, sujetas a tecnología de punta y camufladas en zonas selváticas del oriente. 
El trauma que sin duda provocó en altas esferas oficiales el bullado  caso del ‘narcogeneral’ Sanabria, un policía comprometido con el narcotráfico, tuvo efecto de apertura pupilar a las realidades anteriormente referidas, en ciertos miembros del Gobierno central que ahora consideran absolutamente necesario conectarse a la coordinación y cooperación internacionales, tanto en información como en operaciones,  en todo cuanto se refiera al combate del mal.  Así se colige  de últimas declaraciones del viceministro de Gobierno, en sentido de que el titular de la cartera sostuvo reuniones con miembros de las legaciones diplomáticas de Chile y Estados Unidos, a fin de obtener de los  respectivos servicios de ambos países datos e informaciones que le permitan  profundizar las investigaciones sobre el caso, de modo que sobre el mismo, en Bolivia, recaiga la claridad que aún le falta, por lo menos en cuanto a complicidades y otros detalles.
Bien que así se haga, pero mal que tal paso no sea compartido por otra parte del Gobierno, más bien empeñada en afirmar  la insularidad boliviana en la lucha contra el narcotráfico. Tan perjudicial talante se hace patente en una artillería verbal contra Estados Unidos, la cual tuvo inicialmente por blanco a la DEA y que ahora coloca en su mira a Usaid.  Estas contradicciones, al más alto nivel gubernamental, deben ser resueltas si se quiere que los interlocutores foráneos despejen sus dudas sobre el tema y nos tomen algo más en serio como Estado.




Las drogasMarcelo RiveroNo se sabe si Bolivia tocó fondo en el monstruoso negocio del tráfico de drogas ilícitas -porque es probable que el asunto empeore-, pero es seguro que ha llegado a extremos alarmantes ya que de muchas naciones del mundo llegan noticias dando cuenta de la incautación de cocaína boliviana y de la detención de bolivianos que llevan el alcaloide y que hasta lo fabrican en playas extranjeras. Como es lógico crecen las cantidades del estupefaciente decomisado en el exterior al punto de que ya no se habla de kilos sino de toneladas, e igual cosa pasa dentro del territorio nacional donde el organismo antidrogas no se da abasto para cumplir su misión que, en el colmo de los males, como hemos visto recién, tiene en quienes fueron sus jefes sus peores enemigos.
Respaldando lo dicho recordaré algunos casos de este año, como el de Hong Kong (China) donde a mediados de enero hallaron 290 kilos de cocaína procedente de Bolivia. ¿Cuánto dinero involucraba este cargamento en aquel mercado? La ‘friolera’ de 33,3 millones de dólares. Casi al mismo tiempo en otro remoto país, Macedonia, pillaron ‘cocaína de alta calidad’ de Bolivia y finalizando ese mes en España hubo una seguidilla: en Valladolid detuvieron a 15 españoles y a 8 bolivianos integrantes de una banda de ‘narcos’, en Madrid se incautaron de 71 kilos, en Barcelona de 5 kilos y en Albacete sorprendieron a varios (también españoles y bolivianos) fabricando la droga. En las vecinas Arica y Antofagasta descubren 384,5 kilos de la ‘blanca’, la mayor parte con destino a Camerún (África) y a Siria (Asia). Al respecto en Chile están muy preocupados porque las incautaciones de droga ‘made in Bolivia’ en su territorio crecieron un 272%. ¿Y la cocaína interceptada en Brasil, Argentina, etc. y dentro de Bolivia? Basta con el dato que se conoció el miércoles pasado: casi 4 toneladas de cocaína confiscadas en menos de tres meses y... ¡140 toneladas de marihuana! Para el asombro la danza de millones de dólares y las cantidades de drogas, sin calcular lo que burló los controles y llegó a los mercados.
La intensidad del sucio negocio hace que aumente la desconfianza en Bolivia y en los bolivianos, que crezcan los cultivos excedentarios de coca, la que ya se la encuentra hasta en los parques naturales con más graves perjuicios porque es sabido que las plantas que dan la ‘hoja sagrada’ empobrecen el suelo. Y lo más terrible, el tráfico de drogas produce enorme daño a la sociedad, malogra a los humanos y origina guerras entre bandas y sangrientos ajustes de cuentas tal cual está ocurriendo en nuestros pueblos.
Decididamente Bolivia no puede continuar así sin riesgo de sufrir una hecatombe y no es necesario enseñarle al Gobierno el camino a seguir, lo conoce perfectamente. Sólo hay que exigirle que lo recorra con determinación, de lo contrario la patria en corto tiempo más, fuera del estigma que la marca, puede convertirse en otro campo de matanzas como, desgraciadamente, ya se está viendo.

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