Maria Galindo
Conocí a Óscar Farfán cuando era capo de Interpol, antes de que fuera capo de Diprove. Él mismo me hizo llamar para pedirme que retirara una denuncia por abuso de poder y violación de los derechos humanos de las mujeres en situación de prostitución que puse contra él y la teniente de Policía Daysi Mercado.
Me dijo que estaba a punto de retirarse de la carrera policial y que el proceso disciplinario que le habían iniciado por causa de mi denuncia lo perjudicaría grandemente. Me dijo que estaba dispuesto a cambiar mi desistimiento del proceso por “cualquier otra cosa”.
Yo consulté con las afectadas, más de una decena de mujeres en situación de prostitución que durante un “operativo” de seguridad ciudadana conducido por Farfán habían sido jaloneadas, insultadas, detenidas como delincuentes, filmadas por diferentes canales de televisión y conducidas a la FELCC, de donde recién pudimos sacarlas a las tres de la madrugada de un sábado en la ciudad de La Paz.
Pensamos juntas qué hacer con la propuesta y decidimos que para las mujeres en situación de prostitución sería más útil y dignificante que el propio proceso el hecho que Farfán reconociera su error y pidiera disculpas públicamente. Venimos de ese mundo donde los juicios y los castigos no tienen valor y por eso pensamos que sería inédito que un coronel de Policía pidiera disculpas públicamente por abuso de poder a las mujeres en situación de prostitución. De esa manera presentamos el desistimiento del proceso contra Farfán y acordamos el día y la hora en que él debería pedir disculpas públicamente. Organizamos un seminario, estaba también la ministra Nardy Suxo. Farfán nos dio su palabra pero nunca se presentó. Se burló de nosotras, quienes ingenuamente habíamos desistido de iniciar un proceso disciplinario interno. Aprendimos la moraleja: un policía no tiene palabra. Jamás confíes en un policía, menos aún si tiene rango y poder.
Queda por nuestra parte pendiente un encuentro público con el actual comandante de la Policía, quien nos debe unas disculpas por abuso de poder, disculpas que sabremos exigírselas con un escándalo.
Podríamos suponer que el presidente Evo Morales está cometiendo el mismo error de ingenuidad que cometí yo cuando creí en la palabra de Farfán. Sin embargo, en la escena de posesión del nuevo comandante, más que ingenuidad había una vocación teatral, es evidente que ni el Presidente ni menos aun el ministro de Gobierno tienen ninguna intención de “reformar” a la Policía Boliviana sino que la tendencia es hacer todo lo contrario: se trata cotidianamente de darles más y más poder. Bolivia es un Estado Plurinacional policíaco y la Asamblea Constituyente fue el escenario donde se transaron estas cuestiones que han quedado una vez mas históricamente pendientes.
Sabemos como sociedad que la Policía no debe manejar Identificación, ésa debe ser una competencia del órgano electoral. La Policía no debe manejar Tránsito y Vialidad, ésa debe ser una competencia de los gobiernos municipales. La Policía no debe manejar las cárceles, que debe ser una competencia del Ministerio de Justicia. La Policía no debe manejar la lucha contra la violencia contra las mujeres, que debe ser una competencia del movimiento de mujeres. La Policía no debe controlar ni acreditar las empresas privadas de seguridad porque lo que está haciendo en los hechos es privatizar la seguridad ciudadana y generar mafias de policías y militares.
Cada día más y más, por voluntad y aquiescencia del Gobierno, nuestra vida cotidiana está en manos de una Policía corrupta, mediocre, mafiosa y abusiva y es eso lo que hay que cambiar.
El Gobierno es rehén de la Policía y por eso se deja chantajear porque la necesita como fuerza de represión contra la sociedad. La Policía goza de los mismos privilegios que siempre tuvo: pulpería, seguro social propio, planes de vivienda, salario seguro, recintos de funcionamiento, presupuesto, etc.
El caso Sanabria no sólo demuestra que la Policía estaba o está metida en el narcotráfico sino que el Gobierno no tiene ningún plan, propuesta, idea, intención o capacidad de cambiar las cosas.
María Galindo es miembro del colectivo Mujeres Creando.
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