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lunes, 28 de mayo de 2012

Roger Cortés Hurtado se ocupa de Aerosur y de "la olla apunto de estallar" en que se encuentra la Policía. germina nueva crisis "por los aires y por los suelos"


La posición oficial, encerrada en una obtusa justificación de cobro de deudas, no repara en que cerrarle opciones al deudor terminará por garantizar que los montos reclamados resulten eternamente incobrables
La paralización de operaciones de AeroSur y la sensación de olla a punto de estallar que se transmite desde filas policiales son las recientes expresiones de la enorme dificultad con que gobierna el Gobierno. A más poder que acumula, mayor su ineptitud para resolver problemas, para prever conflictos y desarrollar alternativas.
La situación a la que ha llegado la aerolínea de los colores malva y verde es producto —sin excusa posible— de la conducción de su hoy fugado expresidente y la directiva que lo acompañó y heredó el mando. Las obligaciones pendientes son de total responsabilidad de una manera tosca y primitiva de conducir los negocios privados, que se yergue como tradición de una importante cantidad de empresas nacionales. Pero, la respuesta de las autoridades revela serias deficiencias y torpeza, al precipitar el súbito y profundo desbalance de oferta de pasajes, la trágica perspectiva de desempleo para más de un millar de empleados y el avance de una persistente tendencia de aislamiento para el país en conexiones aéreas.
La posición oficial, encerrada en una obtusa justificación de cobro de deudas, no repara en que cerrarle opciones al deudor terminará por garantizar que los montos reclamados resulten eternamente incobrables: ¡bonita manera de beneficiar al Estado! La acción de las autoridades puede conducir a que más adelante se les pida cuentas por ese resultado y por el hecho de que la acumulación de deudas a semejantes montos refleja omisión y descuidos gubernamentales de larga data.
La aerolínea privada se ha ido desmoronando en el mismo período en que la Policía ha alcanzado tal clímax de ingobernabilidad que la ejecución de presuntas órdenes presidenciales, transmitidas por el canal ministerial respectivo, quedó bloqueada por semanas, hasta que la impregnación de prácticas corruptas llevó a un nuevo relevo, siempre a la cabeza de alguien complicado con obsesiones represivas anti indígenas del Gobierno, con antecedentes turbios y con un manejo institucional deleznable. Así, por los aires y por los suelos, a ritmo de marchas y contramarchas, va germinando una nueva crisis política, en que la concentración del poder no detiene ni la insubordinación ni la descomposición.
El autor es docente universitario

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