La designación del coronel Víctor Santos Maldonado Hinojosa como comandante interino de la Policía generó un profundo malestar entre algunos oficiales de la institución del orden, quienes probablemente temen que en el futuro sus carreras profesionales queden truncadas porque un efectivo de menor jerarquía asuma funciones de conducción y deban guardarle obediencia, después de haber acatado sus órdenes.
La Policía Boliviana es una entidad militarizada, a diferencia de los cuerpos de seguridad pública de otros países, por lo que lo primero que aprenden los jóvenes cadetes es el principio de disciplina basado en la jerarquía, en la antigüedad, en los galones y, aun, jinetas.
Maldonado Hinojosa se formó a lo largo de tres años en la Escuela Nacional de Detectives, una entidad que formaba, para decirlo pronto y claro, represores que se ponían bajo las órdenes de los regímenes dictatoriales de hace tres o más décadas.
Su destino era la Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC), una entidad paralela, primero, a la Guardia Nacional de Seguridad Pública y, después, a la misma Policía Boliviana. Los detectives eran civiles y tenían su propio escalafón. Muchos de ellos engrosaron las filas de organismos tales como el Servicio Especial de Seguridad, compuesto también por paramilitares, bajo la dictadura de Luis García Meza, antes de ser disuelto.
Al recuperarse la democracia, una de las primeras acciones del presidente constitucional Hernán Siles Zuazo consistió en ordenar la desaparición de esa entidad represora y crear la Dirección de Criminalística, una unidad técnica de la Policía, y los detectives fueron asimilados a la entidad.
En el lenguaje cotidiano, los detectives recibían el apelativo de “tiras”, vaya a saberse por qué.
Los efectivos provenientes de ese centro de formación policial se sintieron discriminados en las filas. Siempre fueron vistos por encima del hombro por los oficiales de carrera por ese sentimiento de jerarquía, de apego al mando vertical de quien más méritos tiene.
Injusto o no, inmoral o no, ilegal o no (a partir de la Ley contra la Discriminación), ésa es una sensación común a todos los uniformados. El caso hizo crisis y en una colectividad en la que prima el espíritu de cuerpo será muy complicado que en breve se normalicen las cosas y se instale un clima de equilibrio.
Y en este sentido, Maldonado resulta ser una víctima más de un orden establecido, que resulta, cuando menos, perverso. Ahora, se sucederán las acusaciones y las sindicaciones; ya salieron a relucir todos los problemas en los que se vio involucrado y seguramente habrá más cosas. La perjudicada será la Policía.
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