Evo Morales quiere hacerle creer al mundo que el único que está entrampado por las drogas en Bolivia es él y que todo es producto de un complot armado por Estados Unidos. Todos los días se producen asesinatos, ajustes de cuentas, secuestros, la coca invade y destruye miles de hectáreas de parques y reservas naturales, el narcotráfico toma comunidades enteras y corrompe a los campesinos, la economía boliviana está narcotizada y cada vez hay más gente que se vuelca a la producción de droga como única opción laboral y resulta que el presidente pretende mostrarse como la única víctima de una situación que precisamente su régimen ha estado tolerando de manera descarada.
Desde que detuvieron en Panamá y llevaron a Miami al ex jefe antidrogas de Bolivia, René Sanabria, el presidente Morales detuvo su vertiginosa gira internacional que no había interrumpido desde el 2006. Todas las sospechas que se habían tejido alrededor de esa inusitada actitud acaban de confirmarse después de que el jefe de Estado confirmara que siente temor de viajar a Estados Unidos, porque sospecha que lo quieren incriminar “plantándole” droga en su avión. Esta acusación, además de infantil y peregrina, impropia de un líder de su talla, es simplemente un ardid que trata de esconder la verdadera trampa en la que ha metido el MAS a Bolivia con su política cocalera.
Desde que detuvieron en Panamá y llevaron a Miami al ex jefe antidrogas de Bolivia, René Sanabria, el presidente Morales detuvo su vertiginosa gira internacional que no había interrumpido desde el 2006. Todas las sospechas que se habían tejido alrededor de esa inusitada actitud acaban de confirmarse después de que el jefe de Estado confirmara que siente temor de viajar a Estados Unidos, porque sospecha que lo quieren incriminar “plantándole” droga en su avión. Esta acusación, además de infantil y peregrina, impropia de un líder de su talla, es simplemente un ardid que trata de esconder la verdadera trampa en la que ha metido el MAS a Bolivia con su política cocalera.
Con su denuncia hacia Estados Unidos, que viene justamente después del anuncio del vicepresidente García Linera de que la DEA no volverá nunca más a pisar el territorio boliviano, el Gobierno parece estar dándole el portazo final a las relaciones con Washington, que parecían destinadas a normalizarse después de que –a regañadientes-, las autoridades nacionales comenzaron a ponerse las pilas en la lucha contra el narcotráfico. Del otro lado, el Congreso norteamericano también ha resuelto golpear la mesa con el anuncio de recortar los últimos 30 millones de dólares de cooperación que se destinan precisamente a programas de erradicación de cocales y desarrollo de cultivos alternativos.
Pero con Estados Unidos o sin él y ya sea con viajes, con avión o con Evo Morales anclado en el mapa boliviano, Bolivia seguirá entrampada, y peligrosamente dirigida a convertirse en un narcoestado, donde van a proliferar situaciones como las del norte de México o la Colombia de los años 80. Los países vecinos ya están protegiéndose de las consecuencias que ese escenario podría acarrear y sencillamente han optado por cercar al país con radares, aviones no tripulados, sistemas de rayos x que revisan todo lo que sale del territorio boliviano, que obviamente ha recuperado los tristes estigmas que nos dejó la narcodictadura de Luis García Meza.
En lugar de hacer absurdas acusaciones, el presidente debería declarar y reconocer abiertamente que su política de permisividad hacia la coca ha fallado rotundamente y que para recomponer las cosas necesita de la urgente cooperación internacional, no importa de dónde venga. El mandatario necesita asumir de una vez, que ya no es el jefe de un sindicato que defiende una causa particular y mezquina que amenaza con llevar al país a la destrucción total. El narcotráfico se le ha salido de las manos al Gobierno. Lo ha entrampado, lo tiene a su merced y muy pronto la conducción gubernamental, las instituciones y las leyes estarán en sus manos.
Pero con Estados Unidos o sin él y ya sea con viajes, con avión o con Evo Morales anclado en el mapa boliviano, Bolivia seguirá entrampada, y peligrosamente dirigida a convertirse en un narcoestado, donde van a proliferar situaciones como las del norte de México o la Colombia de los años 80. Los países vecinos ya están protegiéndose de las consecuencias que ese escenario podría acarrear y sencillamente han optado por cercar al país con radares, aviones no tripulados, sistemas de rayos x que revisan todo lo que sale del territorio boliviano, que obviamente ha recuperado los tristes estigmas que nos dejó la narcodictadura de Luis García Meza.
En lugar de hacer absurdas acusaciones, el presidente debería declarar y reconocer abiertamente que su política de permisividad hacia la coca ha fallado rotundamente y que para recomponer las cosas necesita de la urgente cooperación internacional, no importa de dónde venga. El mandatario necesita asumir de una vez, que ya no es el jefe de un sindicato que defiende una causa particular y mezquina que amenaza con llevar al país a la destrucción total. El narcotráfico se le ha salido de las manos al Gobierno. Lo ha entrampado, lo tiene a su merced y muy pronto la conducción gubernamental, las instituciones y las leyes estarán en sus manos.
Pero con EEUU o sin él y ya sea con viajes, con avión o con Evo Morales anclado en el mapa boliviano, Bolivia seguirá entrampada, y peligrosamente dirigida a convertirse en un narco-estado, donde van a proliferar situaciones como las del norte de México o la Colombia de los años 80. Los países vecinos ya se protegen de esas posibles consecuencias.
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