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jueves, 1 de septiembre de 2011

Guido Ferrufino afina sus notas y entona a sotto voce lo que le espera al narcogeneral Sanabria ante una magistrada calificada como "muy dura" y que le dará cuando menos un decenio tras las rejas al indigno policía que embarró su institución hasta el borde. será cuestión de horas. Estaremos atentos a tu informe querido Guido!


Llegó la hora. El viernes, justo antes de empezar el fin de semana, weekend in paradise, se dictará sentencia al narcotraficante general Sanabria, connotado miembro de la elite gubernamental boliviana. Comenzará su primer viernes con condena que, a pesar de la comodidad de las cárceles norteamericanas, no tendrá lecho de rosas. Con suerte, y según a quién haya entregado, le tocarán 10 años, que podrán ser menos, otra vez, de acuerdo al monto de su colaboración. El precio irá de presidente para abajo, pero sin duda superiores suyos, ya que no hay trato, o sería mal negocio, perdonar al criminal por bicocas.
Cierto que la administración Obama no se caracteriza por dureza, y que permite insultos, desplantes, afrentas. Pero, a diferencia de Bolivia, la pirámide del poder es más trunca que puntiaguda, y de seguro hay gente adentro que trabaja sin pausa para cobrarse uno a uno los berrinches de los futuros occisos. El imperio es el imperio, y éste aún no está muerto. No se debe descartarlo con la facilidad con que vienen haciéndolo políticos e intelectuales. Y ésta es una apreciación realista, exenta de simpatías u odios.
Se barajaron nombres. De ministros entre ellos, de representantes bolivianos en el exterior que jugaron a rodearse de aura verde (pensamos que era del medio ambiente y resulta que el color se les pegaba de los dólares). Me pregunto dónde está hoy el vocero masista en Cancún, que rebuznaba como mulo de cuadra. Escapó con la consabida cochabambinada de mi abuelita está enferma, en absoluta contradicción con una investidura que debió prestarle dignidad. Es que claro, también imagino que yo correría a esconderme bajo las faldas de mamá si se abalanzara sobre mí la amenaza de prisión perpetua.
No aconsejo alivio a los poderosos del país que no se vean involucrados en una primera instancia. Este asunto recién comienza; al dictarse sentencia saldrán nombres que traerán otros en una cadena que no ha de parar hasta la cumbre, caiga quien caiga y tome el tiempo que tome. La seguridad de ello está en que hay toda una nueva corriente en la política exterior de USA que desea deslindarse ya de la carga que soporta con sus guerras en el Asia. La debacle mexicana en lo referido al narcotráfico ha despertado la alerta. Cierto que la cocaína boliviana hace mucho que no viaja hacia el norte, pero quienes alegan eso como garantía de no intervención se equivocan. Los intereses de los grandes se entrelazan y la amistad y colaboración con Brasil, por citar ejemplos, primará sobre cualquiera referida a Bolivia.
El narcotráfico ha tomado de nuevo carta de seguridad nacional en los Estados Unidos. Es inútil perder el tiempo recalcando que la demanda produce la oferta y etcéteras. La visión del amo es unilateral y dependerá de él ocuparse de sus asuntos internos, mientras tanto alista furibundo garrote para descargarlo en las cabezas de los que sueñan ser impunes o tan importantes que la tierra gira alrededor suyo.
El general Sanabria que se ilusionó con un entorno de pashá, tendrá que acostumbrarse a uno de fakir. Más le vale cantar fuerte, que en Miami no se trata de compadres ni hermanito perdoname. Y que se alisten los demás, hoy protegidos y pronto llorosos con cadenas en manos, pies, cintura, cuello, despojados de soberbia y de birretes prestados. A todos les llega la hora. Le llegó al narcoamauta, a pesar de su conexión inalámbrica con los achachilas. Hasta estos han caducado en la era tecnológica. De la pachamama ni qué hablar, se ha alzado una borrachera de narcóticos de padre y señor mío, y dudo pueda despertar.
Observen el ejemplo de Gadafi. De qué han de servirle diamantes y huríes, cuando sus despojos cuelguen míseros de un poste.
Este viernes para Sanabria ha de ser en verdad, y a la moda, un perfecto viernes de soltero. De ésta no los salvan ni los chinos.
 

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