Ante la falta de una política antidroga del Gobierno de Evo Morales, por decir lo menos, es necesario que la sociedad se organice y reaccione, dentro de las posibilidades que nos da la democracia.
El Estado es magno, el Gobierno sólo un operador circunstancial. Si el Gobierno es incapaz de frenar el flagelo de la droga, el Estado debe reaccionar. Cada ciudadano tiene que hacer su parte. Nuestra vida y la de nuestros hijos están en juego. Debe de existir una acción individual y otra colectiva. La suma de nuestras voluntades será un tsunami imparable.
La sociedad necesita buscar mecanismos para poderse defender de este terrible mal, que no termina de ser comprendido a cabalidad. Muchos ciudadanos ven con buenos ojos los 700 millones de dólares, que según el vicepresidente García Linera, ingresan al país por la exportación de cocaína. Sostienen que le hacen bien a nuestra economía. Ésta es una brutal miopía. Nada justifica la destrucción de la moral pública. De qué le sirve a alguien la presencia de los narco-dólares en su vida si tiene un hijo drogadicto o si la delincuencia no le permite ni siquiera sentarse tranquilo en una plaza.
Tenemos que reconocer que hemos perdido la guerra contra la cocaína en Bolivia.
Las plantaciones de coca son casi cuatro veces más de lo que establece la ley. Nadie sabe cuántas hectáreas se necesitan para el consumo “tradicional”. Se multiplican nuestros jóvenes atrapados en sus sucias garras. El mismo drama se repite con jóvenes del mundo entero. Hay niños metidos en el consumo y el tráfico, como lo advirtió monseñor Solari. Pueblos y ayllus se dedican a su producción. Los sicarios y las mafias internacionales ya conviven con nosotros.
Y lo peor de todo… ¿qué apodo tendremos que ponerle a la sorpresita que nos depara el juez federal de Miami, cuando comience a “cantar” el general Sanabria? Entonces recién sabremos hasta dónde llegan sus metástasis, en las altas esfera del Gobierno boliviano. Esperemos que el asombro no sea mayúsculo.
¿Y es que todo esto a nadie le importa en este país desquiciado? ¿Será que nadie se resiste a que nos trasformemos en un narco-Estado? ¿Será que a nadie le interesa el brutal desprestigio internacional?
Ante este trágico estado de cosas, planteo la urgente necesidad de realizar una cumbre antidroga, antes que sea demasiado tarde.
Aunque pueden haber muchas variaciones de esta idea, sugiero lo siguiente: realizar una “Cumbre Antidroga en Santa Cruz”, la ciudad más damnificada por el narcotráfico. Recomiendo que ella sea realizada por todas las autoridades departamentales elegidas por el voto popular, con la adición del gobierno moral de los cruceños, nuestro Comité pro Santa Cruz. Es necesaria la presencia internacional con la ONU, la OEA y también representantes de países interesados como: Brasil, Chile, Argentina, Paraguay, Perú, Estados Unidos de Norte América, la Comunidad Económica Europea y otros.
Esta cumbre tendrá por objetivo dar un grito de dignidad al mundo entero, mostrando que somos una sociedad limpia, que no quiere convivir con el narcotráfico. Y la meta, obligar al Gobierno a tener una verdadera política antidroga. Así mismo, pedir el apoyo de la comunidad internacional, para erradicar de nuestras vidas la temible amenaza.
Si no da la cara el Gobierno, saliendo por los fueros del decoro nacional, lo tendrán que hacer otras autoridades democráticas, que tienen la obligación de velar por el bien común. La Cruz de nuestra Santa Cruz, no combina con este infame ‘negocio’.
El autor es abogado
jimiortiz@cotas.com.bo
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