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sábado, 9 de abril de 2011

renunca Llorenty al ministerio o Evo a sus 6 federaciones de cocaleros. dilema que plantea Freddy Pando en nota de El Deber


La entrevistadora de un programa nocturno tocaba el tema de la renuncia del ministro de Gobierno ante el caso de un general narcotraficante, recientemente funcionario de ese mismo ministerio, luego de lo cual, con un giro indebido, la misma periodista consultaba a un diputado opositor y a otro oficialista si nuestro presidente debía renunciar a la jefatura de seis sindicatos de coca de Chapare, algo en realidad casi inservible para el tema de fondo (el narcotráfico penetrando al Gobierno, tópico ni siquiera expreso, sino insinuado).
Ante la primera consulta, el primero, previsible y lógicamente, respondió de forma favorable a la renuncia del ministro y también a la del presidente; el otro, a estas alturas aún más previsiblemente, dijo que no para uno y otro caso, pues otra vez se trataba de la estrategia de la oposición para desprestigiar al Gobierno y porque el presidente justamente se debía al sector aludido, afirmación tan absurda como inconsistente que, suponíamos, debió merecer inmediatamente una fustigante contrarrespuesta de la conductora e incluso del opositor, panorama que sin embargo no se movió de ahí, pues enseguida, ya confirmando ese nuevo género de destreza, la mujer pasó a otra información. Y a eso vamos: a pesar de la agitación casi total de las organizaciones civiles y de los ciudadanos, nada se mueve en el Gobierno, ni un pelo, inconmovible hasta el final de los finales.
El ejemplo dado es apenas una minúscula partícula del territorio del mundo boliviano. Las crisis oscilan entre menores y gigantescas, casi todas bajo responsabilidad de los gobernantes nacionales, pero sin duda con insoslayable apoyo de las autoridades locales, que en el caso cruceño demuestran un tipo de incapacidad distinta pero parecida. La inercia, entonces, ha trashumado estadios estatales para volverse una suerte de norte para toda autoridad e institución bajo las cuales estamos a merced todos los ciudadanos.
La inutilidad, la incapacidad, la desfachatez, el cinismo, la falsedad, la incongruencia y hasta la ‘impensable’ corrupción son hoy la síntesis de nuestro Gobierno, con el dramático ingrediente de un costo de vida ‘invivible’: ¿el año pasado hubo mayor sequía e inundaciones que otros años? De hecho, fueron menores. Sin embargo, es el pretexto de unos y otros para explicar el alza de los alimentos, aunque irrisoriamente los gobernantes les asignen índices groseramente irreales, cuando, con algo de percepción, se entiende que este problema pasa por una estrepitosa falta de gestión en todas las áreas, sin duda ya sostenida por la réplica (pero peor) de una demagogia partidista tradicional que hoy el MAS encarna casi con orgullo, boca mediante del vicepresidente y el ministro antes señalado, como adalides; con juzgamientos a opositores y la singular imposición del Estado de ‘no derecho’ flagrante como táctica coercitiva. Pero nada ni nadie se mueve: ¡ni una renuncia!
Ante tanta debacle en la que se ven inmóviles en sus puestos, a ratos asaltan las ganas de más bien aplaudirlos y consultarles cómo es que lo logran, cuál es la pócima para mantenerse así, incólumes. Y la consulta más triste: ¿de qué artilugio gozamos para emular esa inmovilidad que conduce un subdesarrollo ya utópico, que nos sube a camiones para transportarnos como si fuésemos recuas, siendo ya más que una simple metáfora?

* Publicista, artificiopublicidad@yahoo.es

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