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jueves, 1 de diciembre de 2011

si ayer fue el jesuíta Gramunt, hoy es El Dia que lanza su voz de alerta ante la proliferación de la cocaína en Bolivia. asunto que preocupa a EEUU, a la UE, a la ONU, a Brasil pero no a los poderes públicos. alarman las señales en contra



Los norteamericanos se cansaron de esperar que Bolivia reaccione por lo que está ocurriendo con el narcotráfico, sobre todo por lo que le está pasando y podría ocurrirle al Gobierno de Evo Morales si las cosas continúan así; es decir, provocando una inundación de cocaína a nivel continental, tal como lo ha manifestado casi con desesperación uno de los representantes de la ONU en el país.

Las vacilaciones bolivianas en relación a un acuerdo antidrogas que debía firmar con Brasil y Estados Unidos, han provocado que Washington deje todo en manos de los brasileños, pues son ellos los más desesperados con el problema. No llega al dos por ciento la cantidad de cocaína boliviana que llega al mercado estadounidense.

Los brasileños han llevado su desesperación a las fronteras. Más de 6.500 soldados movilizados, decenas de barcos y aviones para frenar la inundación de droga que perfora sus límites desde Perú, Paraguay y sobre todo desde Bolivia, donde según algunos analistas de aquel país, existe complicidad de régimen político con las mafias de la droga.

Para los brasileños, la cocaína es sinónimo de tráfico de armas, contrabando de autos, robo de vehículos que han encontrado un mercado muy lucrativo en nuestro territorio, de ahí el inmenso despliegue, que de acuerdo a los anuncios, se mantendrá hasta controlar la situación y cuando menos, asegurar que el Mundial 2014 y las Olimpiadas 2016 no se enturbien con oleadas criminales que tienen su origen en el narcotráfico, proveniente en un 80 por ciento de Bolivia. El Gobierno de Lula da Silva llevó a cabo un macroperativo de limpieza en las favelas de Río de Janeiro y San Pablo, donde tenían sus guaridas los capos de la droga. La sucesora de Lula, Dilma Rousseff, mucho más pragmática y menos contemplativa que su mentor, ha decidido ir tras la madre del cordero para asegurarse el éxito y pasar por encima de los constantes titubeos de su colega Evo Morales, quien se niega a cooperar en esta guerra.

Desesperado también se ha mostrado el cardenal Julio Terrazas, quien no se cansa de advertir que los narcos están tomando de a poco el control del territorio nacional, lo que a su vez deriva en violencia, en muerte e inseguridad que se generaliza en las ciudades. Esa no es una simple frase del líder católico. En el Tipnis han encontrado una nueva fábrica de cocaína y vaya a saber cuáles son las fuerzas que siguen impulsando al Gobierno a remar contra la corriente en relación a la dichosa carretera que al mismo tiempo parece conducirlo hacia el despeñadero político.

La cosa comienza a ponerse más desesperante aún, después de conocer que, debido a la presión de Brasil y ante el achicamiento de su mercado más lucrativo, el precio de la coca ha comenzado a bajar en el mercado interno. Se trata de una pésima noticia para más de un millón de bolivianos que viven del circuito coca-cocaína y que, sin duda, moviliza una buena porción de la economía nacional. Sin todo ese caudal de dinero circulando en el país, comenzarán a verse con mayor nitidez los graves problemas económicos que afronta el Estado Plurinacional.

El punto de inflexión parece haberle llegado al Gobierno de Evo Morales, en un tema que jamás quiso reconocer y que se niega a atacar, pese a que se le está volviendo en contra.

Las vacilaciones bolivianas en relación a un acuerdo antidrogas que debía firmar con Brasil y Estados Unidos, han provocado que Washington deje todo en manos de los brasileños, pues son ellos los más desesperados con el problema.

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