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viernes, 10 de febrero de 2012

la internacional de la cocaína decidió que Bolivia sea el centro de distribución. fuertes hechos lo confirman. los crímenes en las fronteras, los descubrimientos de grandes cargamentos y la mayor producción de la coca. Estamos ante un hecho consumado. H. Vacaflor

José Guillermo Justiniano, un cruceño al que respeté mucho, dijo en 1993 que la transnacional del narcotráfico acababa de hacer una jugada muy inteligente para convertir a los cocaleros en sus cómplices o por lo menos en sus aliados.
En una decisión de alta gerencia, la mafia transfirió a los cocaleros bolivianos en esa época la tarea de elaborar la pasta base de cocaína, incluido el “know how”. Estaba transfiriendo una etapa de la transformación de la materia prima, estaba “terciarizando” esa tarea y al mismo tiempo estaba ganando unos cómplices muy numerosos.
Y ya sabemos cuáles han sido los resultados de esa jugada de la mafia. Ahora los estamos sufriendo los bolivianos.
Esa organización, que acababa de ganar el apoyo logístico de la mafia rusa, en todo su poder después del derrumbe de la URSS, había tomado unos años antes la decisión de resolver la seguridad de los cocales y las fábricas de cocaína de Colombia mediante la organización de grupos armados, o el alquiler de los que ya existían.
Luego, tras la derrota de Abimael Guzmán en Perú por parte del gobierno de Alberto Fujimori, la mafia tuvo la ocurrencia de sugerir a Víctor Quispe Palomino, un combatiente de Sendero Luminoso, que partiera hacia la selva y se convirtiera en el escudo de protección de otros cocaleros.
Un artículo publicado hace pocos días en el Wall Street Journal de Nueva York, con la firma de John Lyons, dijo que la transnacional de la cocaína tiene capacidad de decidir dónde se van a hacer fuertes los cultivos y dónde las fábricas.
Colombia es un país donde el Estado apenas controla 40% del territorio, me lo dijo el expresidente César Gaviria en noviembre pasado. Con Álvaro Uribe el control del territorio colombiano por parte del Estado aumentó ostensiblemente.
Dice Lyons que en ese momento, la transnacional de la droga dispuso que los mayores cultivos y las más grandes fábricas se trasladen a Bolivia, donde se estaba dando un clima muy propicio para ambas actividades. Unas décadas antes, cuando el ejército colombiano no estaba tan fuerte, la mafia había elegido ese país, pero ahora acababa de encontrar un nuevo paraíso.
Por estos designios de la mafia, ahora en Bolivia se cultiva más coca que nunca en la historia y se produce más droga. La salida del producto boliviano tiene que ser hacia Argentina y Brasil, como lo ha decidido la organización.
Esto coincide con la existencia de controles cada vez más rigurosos en los países vecinos. Una enorme capacidad de producción interna, ya no sólo de pasta base sino de clorhidrato, choca con esos controles.
La presión está subiendo. Los hechos de violencia que se dan en las fronteras son muestras de la impaciencia de las mafias. La fuerza centrífuga del enorme aparato de producción está buscando resquicios.
Los ciudadanos normales, aquellos que se dedican a actividades legales, tendrán que preguntarse qué otras cosas cambiarán en el país por los designios de la mafia. Ya sabemos que los parques han sido condenados.
Hay que identificar a los aliados y cómplices de este poder transnacional, el más grande que ha amenazado a Bolivia en toda su historia.

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