Un operativo antidroga conjunto de Bolivia, Argentina, Brasil, Colombia y Chile ha derivado en el hallazgo de un enorme cargamento de cocaína en un galpón de la empresa Totaí, ubicado detrás del Parque Industrial. Los primeros informes establecen la incautación de aproximadamente 400 kilos de droga líquida impregnados en 6.500 bolsas de papel madera, usadas como envase de una producción de carbón, que tenía como destino el mercado europeo. Los especialistas calculan que esa cocaína colocada en Europa vale 12 millones de euros. La ruta de exportación trazada por los narcotraficantes incluye a Arica, Panamá, un puerto de España, otro de Egipto, de donde se distribuiría el cargamento ilícito a varias naciones europeas.
Las primeras investigaciones establecen que las dos personas detenidas tenían nexos con traficantes extranjeros. Para llegar al descubrimiento los agentes antidroga investigaron durante un año y realizaron un seguimiento más intenso en los últimos dos meses, según los reportes oficiales.
El enorme hallazgo de las útimas horas refuerza algunas percepciones sobre el problema del poderoso accionar del narcotráfico en Bolivia. La primera es que en el territorio boliviano operan desde hace tiempo mafias internacionales, que han construido toda una estructura industrial en la producción de cocaína. La habilidad de camuflarla mediante lo que parecen ser actividades legales, como es la fabricación y exportación de carbón, muestra que hay toda una eficiente ‘inteligencia’ que inventa e innova en el campo de elaboración de droga de alta pureza. Esa sagacidad se traslada a la cadena completa de exportación. Es decir al transporte, a los controles aduaneros y a la vigilancia de las fronteras, que resultan habitualmente burlados. La comunicación también debe ser clave para llegar con el cargamento a los destinos finales. Finalmente, la osadía, para operar en lugares aparentemente formales de la propia capital cruceña sin levantar la mínima sospecha, es también un factor a considerar.
Es posible que la droga incautada en las últimas horas sea apenas una parte de lo que se fabricó y lo que se exportó durante los últimos años o meses. De ser así, los mafiosos han terminado de reforzar su poderío económico con los millones de euros o dólares que han acumulado.
Frente a tanta habilidad, capacidad logística y poder económico del narcotráfico resulta difícil que un país con tantas limitaciones pueda actuar solo. Por eso es que la acción coordinada con los gobiernos de otras naciones comienza a dar sus primeros resultados. Es sabido que Bolivia está desde hace tiempo en la mira de los vecinos por los vínculos y las influencias de los traficantes de droga. La inquietud de ellos constituye al mismo tiempo un factor de presión.
Por eso es que un órgano supranacional de lucha contra el narcotráfico, que no afecte la soberanía de nuestros países, puede tener más fuerza para golpear a las mafias y a los cárteles que hay en el continente.
Ahora más que nunca no se debe bajar la guardia, considerando además los sangrientos ajustes de cuenta que ya se ven en nuestras calles. A fines de enero la Alcaldía con apoyo de la Fiscalía y de la Policía realizó un operativo en el cual se constató el funcionamiento ilegal de 38 cantinas procediendo a cerrarlas porque, fuera de vender trago sin importar a quien y en condiciones antihigiénicas, estaban operando clandestinamente y habían sido clausuradas anteriormente. Esta renuencia a obedecer lo que disponen las autoridades, conforme a las normas, es característica desde hace décadas en Santa Cruz de la Sierra. Los más ‘conspicuos’ contraventores son los gremiales puesto que la lucha por sacarlos de veredas y calzadas es de todos los días y Dios que es Dios no logra hacer nada, a lo sumo se lo consigue un par de horas pero, media vez dan la vuelta los gendarmes municipales, tornan a instalarse donde les place.
Siguiendo tal particularidad están los negocios que venden comidas y bebidas, las citadas cantinas, los talleres de refacción de vehículos, gomerías especialmente, hasta que llegamos a los prostíbulos que en los últimos tiempos han surgido como hongos en la capital cruceña (y dizqué en todo el país teniendo viento a favor a raíz de la crisis que en los distintos campos afecta a la ciudadanía). Contra varios de esos burdeles arremetieron hace unos días autoridades de la comuna, de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia y de la Fiscalía, quienes constataron una serie de irregularidades, entre ellas la peor: decenas de menores de edad se prostituyen. Según se informó, otras decenas de propietarios de esos lenocinios serán sometidos a investigación para aplicarles la ley en caso de encontrárseles culpabilidad en delitos como el proxenetismo y la trata de blancas.
Tratándose de un asunto tan delicado corresponde esperar que las pesquisas no se detengan y que haya severidad en las sanciones, más aún en tratándose de reincidentes. Reincidentes en cuanto a llevar por mal camino a muchachas menores de edad, que es falta terrible, aunque no menos es la de reabrir antros que fueron clausurados por este delito y por otros igualmente pasibles de condena.
Esa reincidencia es la que debe ser combatida a fondo en razón a que Santa Cruz de la Sierra está cundida de obstinados, de rebeldes a lo que disponen autoridades que de verdad se preocupan de que la gente tenga una vida sin tantos sobresaltos. Rebeldes porque insisten en instalar el musicón a todo volumen y donde más haga doler el oído, porque estacionan el motorizado sin que importe que se pisotea el ornato y se hace correr un riesgo a los peatones, porque imploran que no se ensucie las paredes y esto es el chicle -al menos en carnaval- más sabroso que se mastica, y por lo dicho: porque quieren vender donde les acomoda, sin tributar un centavo y donde los clientes están más a mano Finalmente porque hay que sacar más dividendos jugosos con las casas de citas donde ofrecen jovencitas ‘a estrenar’, siendo preciso ‘diversificar’ esta actividad aprovechando el calambre de la informalidad y la crisis que impera en todo el país.
Basta ya de tanta irregularidad, pongan atajo a los reincidentes que melean sin escrúpulos desde la clandestinidad.
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