La información de que predios de la UMSS en el Valle de Sajta han sido invadidos por narcotraficantes que han instalado sus laboratorios y procesadoras de droga en la zona, es una muestra más de que, paso a paso, el narcotráfico se está desbordando, pese a los esfuerzos de las entidades encargadas de su represión.
Así, hoy se encuentran fábricas en esa zona, mañana en alguna área reservada, pasado en El Alto, y así sucesivamente, provocando, además, serias consecuencias en la vida cotidiana de las familias, los pueblos y las ciudades. Si a esa realidad se suma la creciente corrupción en los órganos policiales y una perversa vinculación entre algunas organizaciones sociales de base y la delincuencia, es fácil concluir que será poco menos que imposible reprimirlo como corresponde.
Pero, es necesario insistir en que más allá de la cuota parte de culpa que se tiene en el país por este problema, el fenómeno es global y mientras persista la errada política guerrerista impulsada desde los centros del poder mundial, poco o nada se podrá avanzar para llegar a controlarlo y, sobre todo, regularlo. Son muchas las personalidades (del ámbito político, social cultural, económico) que se encuentran debatiendo nuevas formas de ver y encarar el tema del narcotráfico pero, lamentablemente, aún no son escuchadas.
Sin embargo, es de esperar que sea la realidad la que termine de convencer a los líderes políticos del mundo de la necesidad de buscar nuevas fórmulas para combatir el narcotráfico. De lo contrario, seguiremos asistiendo, como sucede en muchas naciones, a su desborde sin que nunca haya los suficientes recursos para reprimirlo porque, en este caso, la propia ilegalidad los protege.
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