La visita de Benedicto XVI a la región meridional de Calabria alcanzó un tono dramático en la homilía cuando el Papa denunció una serie de problemas catastróficos desde “una criminalidad frecuentemente feroz” hasta el desempleo y los temblores de tierra que mantienen esa parte del “Mezzogiorno” italiano en una situación crónica de emergencia. La visita de Benedicto XVI ha tenido lugar 23 años después de la realizada por Juan Pablo II.
En la misa que celebró para cuarenta mil personas en una antigua zona industrial de Lamezia Terme, el Papa les dijo que había ido a “compartir las alegrías y esperanzas” en una ciudad en la que “como en toda Calabria, no faltan dificultades, problemas y preocupaciones”.
Una de las principales es la poderosa mafia de la región, llamada la ‘Ndrangheta, más fuerte y despiadada que la Cosa Nostra siciliana, y peor que la Camorra napolitana. La ‘Ndrangheta es muy activa en el tráfico internacional de cocaína y extiende sus tentáculos en muchos países. El alcalde de Lamezia Terme, Gianni Speranza, menciono el problema en su discurso de bienvenida al Papa, señalando que los jóvenes necesitan poder vivir libres del miedo: “¡Basta ya de mafia!
Benedicto XVI lamentó que Calabria “es una zona sísmica no solo desde el punto de vista geológico sino también estructural y social; una tierra donde los problemas se presentan de modo agudo y desestabilizador, donde el desempleo es preocupante, donde una criminalidad frecuentemente feroz hiere el tejido social; una tierra que vive en continua emergencia”.
El Papa reconoció la capacidad de los calabreses para “adaptarse a los inconvenientes”, pero les animó a “no ceder a la tentación del pesimismo y de replegaros sobre vosotros mismos”.
En un territorio que necesita una regeneración económica y cívica, el Santo Padre pidió “una nueva generación de hombres y mujeres que promuevan el bien común y no los intereses de partido”. En varias ocasiones a lo largo de la jornada, el Papa recordó la responsabilidad de los laicos para sacar la región del atolladero y de una serie de problemas sociales que incluyen un 40 por ciento de paro entre los jóvenes de 15 a 24 años.
Benedicto XVI asignó también a los laicos, junto con los sacerdotes, la tarea de “preparar las parejas cristianas al matrimonio y a la creación de una familia, de modo que se pueda dar una respuesta evangélica y competente a tantos desafíos contemporáneos en el campo de la familia y de la vida.
Al término de la Misa, el Papa ofreció una comida a docenas de personas necesitadas en el comedor de Caritas, igual que en otras ciudades ha almorzado con desempleados o personas sin hogar.
Por la tarde visitó la Cartuja de Sierra de San Bruno, donde elogió la vida de silencio de los monjes, en contraste con el excesivo ruido de las ciudades y el estruendo de algunos nuevos medios de comunicación, “en que lo virtual amenaza la realidad”, hasta el punto de una “mutación antropológica” entre los jóvenes.