acullicu y mamada
Alvaro Rivero
En ese denodado esfuerzo de distracción al que nos tienen acostumbrados los regímenes que gobiernan los países del ALBA, para colocar en la congeladora los asuntos que se vienen quemando en su administración, como la liberación de la fragata Libertad en la Argentina, el solsticio de verano en la Isla del Sol, la extremaunción y los santos petróleos del coma-andante en Venezuela y otros por el estilo, ha surgido en nuestro país uno que, al igual que los mencionados, merece el mismo trato y convocatoria a los movimientos sociales para dar rienda suelta a una interminable cadena de fanfarrias y festejos, cual es la readmisión de Bolivia al seno de la Convención de las Naciones Unidas sobre estupefacientes, de la cual nos habíamos salido inmotivadamente en junio de 2011, aduciendo que la coca no es cocaína.
Sin demeritar el esfuerzo realizado, la ONU ha determinado readmitir a Bolivia en la citada Convención, con la expresa e indulgente autorización de que los bolivianos podamos acullicar, siempre y cuando esta “ancestral práctica” sea realizada dentro de nuestras fronteras.
Que sepamos, quienes heredaron esta costumbre, dizque hace seis mil años, jamás dejaron de practicarla y menos tuvieron que ir presos por ello, lo que indica que los burócratas de la ONU, obedeciendo la teoría de la célebre Dra. Lewinsky, han establecido que los bolivianos podemos llevarnos a la boca lo que se nos venga en gana, con la salvedad de no intoxicar a nuestros vecinos; cumplir con nuestras responsabilidades inmediatas, como la presentación de un informe integral sobre el número real de hectáreas que se requieren para satisfacer las necesidades de los acullicadores; y que el estudio financiado por la Union Europea, que está listo desde hace un año, no sufra más dilaciones ni alteraciones, so pena de ir a parar nuevamente a la lista de los proscritos y tener que salir de la Convención más rápido que lo que nos tomó reingresar.
No cabe la menor duda que el uso de la hoja sagrada fue un eficaz instrumento utilizado por los incas y luego por los españoles para esclavizar a nuestros antepasados, neutralizando su cansancio y mitigándoles el hambre hasta que su vida útil quede sepultada en esos socavones de angustia. Empero, ello no constituye un tema de estudio para la ONU, como tampoco lo es que este psicotrópico, unido al alcohol, al tabaco y a la llujta o legía, entontezca al consumidor; le malogre los genes; le deforme la cara hasta convertirlo en un batracio; y le deje una fetidez bucal capaz de ahuyentar una mofeta.
Pero no debemos perder la esperanza, el canciller acaba de señalar que no se descarta la elaboración de una nueva estrategia que permita la exportación de productos industrializados de la hoja, como el mate y otros. Sin embargo, el requisito que la ONU nos pone en el fallo que estamos celebrando es que la coca que exportemos –en bruto o en productos- carezca de todo vestigio de alcaloide, lo que significa que sólo podremos utilizar el bagazo de las hojas que salen de las pozas de maceración, lo que no sirve ni para abono, por su calidad venenosa.
Ojalá logremos algún día convencer a esos 15 oscuros países (Rusia, EE.UU., Reino Unido, Canadá, Suecia, etc.) que se opusieron a nuestro genuino anhelo de inundar al mundo con nuestra hoja sagrada; de que la coca no es cocaína; que las celebraciones por nuestro triunfo en la batalla librada para poder mascar la hoja dentro de nuestras propias paredes contó con el “apoyo de 168 potencias” y es una legítima defensa del acullicu y no una mamada.
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