¿Quién dice que avanzamos? Tal vez lo contrario sea la verdad. Los oficialistas creen que nunca el país estuvo tan bien como ahora. Al parecer, confunden su bonanza con la de Bolivia. El pueblo boliviano, el pueblo… Es mucha arrogancia creerse ellos, sólo ellos, el pueblo. ¿Y los demás? Jabón de olor, compañero.
Hace poco, se recordó 30 años de democracia sin interrupciones violentas. El balance anotó temas pendientes; entre éstos, la conducción del proceso electoral. Pese al maratónico ejercicio, la población respondió bien; pero la élite política defraudó. Por su inconsistencia moral y cívica, por el mal uso del poder, se cayó a pedazos ante la irrupción de una fuerza insurgente en la primera década del milenio.
En los comicios de 1989 se tocó fondo. La “banda de los cuatro” hizo estragos en la Corte Nacional Electoral (CNE). Perdió el ganador y fue elegido en el Congreso el tercero. Hubo “anulación masiva de ánforas, alteración de resultados, arbitraria asignación parlamentaria”, con yapa de un diputado para Oruro. Las minorías fueron borradas. Fue uno de los momentos más bochornosos que vivió el país. (C. Mesa, 2003).
Entonces, por la debacle institucional que afectaba la imagen del país, ya no sólo de la democracia, los políticos acordaron crear un organismo imparcial de alta credibilidad, con personalidades sin vinculación partidaria, elegidas de consenso por el Congreso, cuyo primer presidente fue el Dr. Huáscar Cajías. Establecieron reglas claras del juego político y repusieron el poder de veto para las minorías en el Parlamento. Se recordará, fue la época de los “notables” (1991).
Pero tras una década, la historia se curvó en espiral hacia el pasado. Se agudizó esa tendencia con el ascenso del MAS, y no por inercia ni por error: si la ley o las normas perjudican el avance, “yo le meto nomás; ustedes arreglen si es ilegal; para qué han estudiado”. El cuoteo partidario fue sustituido por el dedazo presidencial: “vale más una tonelada de lealtad que un gramo de inteligencia”. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) no ofrece garantía de imparcialidad ni de transparencia. Se acrecienta la duda y la desconfianza para las próximas elecciones.
En eso de bandas, extraviado una noche por ignotos andurriales, ya cerca del amanecer, escuché cantar esto a un bohemio y trasnochado guitarrero: “En esta banda, en la otra banda; el cocani es el que manda, palomitay…”